viernes, 23 de junio de 2023

Hace 188 años Rosas le escribía esta carta a Estanislao López.

 



Carta de Rosas a Estanislao López (23-06-1835)

 

Buenos Aires, junio 23 de 1835.

 

Señor Don Estanislao López.

 

Mi querido compañero:

 

Asuntos muy graves de que no he podido prescindir, me han interrumpido varias veces la contracción al trabajo de la intimación, etc., sobre que estamos de acuerdo. Esto es tanto más largo, cuanto que al mismo tiempo he tenido que contestar la dilatada correspondencia de las Provincias del interior, por la relación que tiene con la misma intimación acordada. Estoy ya al concluir todo, y dentro de pocos días tendré el gusto de remitir a usted por un extraordinario lo que me pide le mande hecho, y la contestación a sus cartas pendientes.

 

Respecto a las que usted dirigió al señor Ibarra y Reynafé incitándolos a la unión, tiene usted razón para sentir este paso, tanto más cuanto que luego circulaxon sus copias, pero también debe llenarse de satisfacción si medita lo que yo he publicado desde el principio, aún desde antes de mi exaltación al Gobierno, en los periódicos de esta Ciudad, que he cuidado de remitir constantemente a los Gobiernos y a los hombres influyentes de todas las Provincias del interior, y si se hace cargo de lo que a este mismo respecto habré escrito a todos ellos será una doble razón para su complacencia. Esta correspondencia, sobremanera larga y voluminosa, estoy seguro que si la viese endulzaría las amarguras que nunca faltan a los hombres de su clase en la penosa carrera de los grandes negocios públicos. Pero a este respecto hay bastante con lo que ya le he asegurado, y ahora le repito. Hoy mismo cuando escribo ésta, ya deben haber recibido los expresados sujetos en todas las Provincias citadas, la correspondencia de que hablé a usted, y que condujeron los últimos correos, en donde a todos sin excepción les digo entre otras muchas cosas lo siguiente:

 

"Con respecto al infame atentado cometido en la persona del ilustre General Quiroga, ya .estamos conformes con nuestro compañero el señor López, Gobernador de Santa Fe, sobre los poderosos motivos que hay que creer que la opinión pública no es equivocada al señalar por todos los pueblos que los unitarios ¿on los autores, y los Reynafé de Córdoba, los ejecutores de tan horrendo crimen; y nos ocupamos en ver cómo podremos depurar la República de tales monstruos sin inferir perjuicios a la Provincia de Córdoba, en donde residen, los que serán inevitables, si es preciso atacarlos con fuerza armada. Por lo que hemos pensado hasta el presente sobre este delicado asunto, estoy en que ya muy pronto ambos Gobiernos, invitaremos a los demás de las provincias hermanas para que cada uno por su parte intime seriamente, y de un modo decidido al Gobernador Don Vicente Reynafé que deje el puesto y sus hermanos, los empleos que ocupan, y se pongan a disposición del Gobierno de esta provincia, encargado de las Relaciones Exteriores, y principal interesado en que se descubran y castiguen ejemplarmente los autores y ejecutores de tan excecrable delito."

 

Cuando escribí esto bien conocía la necesidad todavía de la reserva pero más fuerza me hizo la que había ya de no demorar la noticia del juicio que teníamos formado, y de nuestra resolución. Conviene, pues, guardar toda reserva hasta que pasen las circulares que le he de remitir, según estamos de acuerdo, y que yo también he de dirigir directamente. Luego que calculemos que habrán pasado, dirigiremos nosotros las intimaciones que nos corresponden como Gobernantes de las Provincias que presidimos.

 

El Coronel Corvalán no ha despachado la segunda remesa de dinero, según las órdenes que tiene del señor Cullen, porque aún no había parecido a otro patrón. Mas habiendo ayer llegado Casas, él la llevará dentro de tres días que dice dará la vela. Dice dicho Corvalán que este dinero, como que lo ha cambiado él, lo ha verificado con un ahorro de trescientos treinta y tantos pesos, según él dará cuenta al señor Cullen en nota que llevará el mismo portador. Ya debe usted hacerse cargo cuánta habrá sido mi satisfacción al saber su mejoría. ¡Quiera Dios continuarla como son mis sinceros deseos y ruego

 

Nada más puede decir a Usted por ahora su afectísimo compañero.

 

Juan Manuel de Rosas


martes, 13 de junio de 2023

Hace 51 años Perón le escribía esta carta a Cesar Cao Saravia.

 



Carta a Cesar Cao Saravia 13 de junio de 1972


Escrito por Juan Domingo Perón. 


Madrid, 13 de junio de 1972.


Al Sr. César Cao Saravia


BUENOS AIRES


Estimado amigo:


He tenido el placer de leer la Tercera Edición Actualizada de su libro "TRABAJO Más Consumo igual a PAZ SOCIAL" que ha tenido la amabilidad de hacerme llegar y comparto sus tesis que las encuentro de una objetividad admirable, que no sólo persuaden por su lógico razonamiento, sino que también afirman una vez más que la verdad debe hablar sin artificios.


Los 34 puntos en que concreta su exposición, son todo un programa de acción que la situación argentina reclama perentóricamente y en los que encuentro puntos comunes con los que aplicamos durante nuestro Gobierno desde 1946 a 1955, com-pletados con nuevas sugerencias que obedecen a otros problemas aparecidos en la Argentina actual.


lis un pensamiento indudablemente revolucionario, tal como lo reclaman los más diversos estamentos de las comunidades modernas. El sistema demoliberal capitalista, basado en el sacrificio de los pueblos, ha cerrado su ciclo y debe ser reemplazado por otro sistema basado en el esfuerzo mancomunado de los mismos. En este nuevo sistema es preciso obtener el concurso organizado del Pueblo, sin el cual hoy nadie puede gobernar en el mundo. La evolución de la humanidad, como el avance de la ciencia y de la técnica, han esclarecido a los pueblos, que ya no aceptan ni el sacrificio, ni la miseria en medio de la abundancia, como ha venido sucediendo en los dos siglos precedentes. Crear ese nuevo sistema ha sido el empeño justicialista, interrumpido por la fuerza de una reacción violenta, que no ha conseguido sino complicar el proceso del cambio, pero las circunstancias están probando que la Historia y la evolución siguen su curso, pese a los esfuerzos inconsultos del oscurantismo contumaz. "Lo que ha de ser, será" y no habrá fuerza capaz de torcer el curso de una evolución indetenible.


En la historia de todos los tiempos, estos cambios han puesto en acción dos ingredientes: sangre y tiempo. A más sangre, menos tiempo y viceversa. El problema argentino no escapa a la regla. Todo se hará con el tiempo y poca sangre o, de lo contrario, ha de hacerse con sangre, si es preciso, pero se hará. El mundo actual, con su profunda y acelerada evolución, lo garantiza. Hoy, la tarea del Gobierno, no puede reducirse ya a una simple tarea administrativa, porque el Pueblo anhela ser protagonista de su propio destino. Gobernar es hacerse creer dice Maquiavelo. El Justicialismo afirma que gobernar es persuadir, no obligar. Por eso es conducción pero no mando.


Hoy cada función directiva exige un tipo específico de di-rigente ya que la dirección presupone la posesión de alguna clase de habilidad y, consecuentemente, el papel del dirigente no está determinado por rasgos y capacidades absolutas sino por las demandas de la situación presente y, en este sentido, ya Bartlett, clasificó tres tipos de dirigentes: a) Los que encarnan la autoridad por su puesto institucional; b) Los que adquieren la autoridad por su capacidad coactiva y dominante y c) Los que consiguen su autoridad por su facultad de persuación y convicción. De todos ellos, hoy funciona sólo el tercer tipo de dirigente.


El error de todos los Gobiernos que, desde 1955 se sucedieron hasta el presente, ha sido precisamente no comprender esta circunstancia. Me temo asimismo que la actual dictadura de las Fuerzas Armadas esté cometiendo el mismo error, agravado con el intento fraudulento en la normalización institucional del país, que no puede llevar a la República sino a una dramática encrucijada. Así como los pueblos necesitan de sus Fuerzas Armadas, no se conciben Fuerzas Armadas enfrentadas con su Pueblo.


Tenemos en esto una tremenda experiencia, acopiada en los diez años en que Providencia nos ofreció la oportunidad de ase-gurar al Pueblo Argentino un "estado de abundancia" y felicidad hasta entonces desconocida y al país una liberación y una soberanía que lo hicieron posible. Desde entonces hasta ahora, el cambio ha sido demasiado grande como para que podamos ignorar sus causas y sus culpables. Leyendo su libro, saltaron a mi imaginación tantos contrastes, que he revivido los dolorosos recuerdos de estos dieciocho años de frustraciones inconcebibles.


Le ruego que, junto con mi saludo más afectuoso, quiera aceptar mis mejores deseos.


Un gran abrazo.


Firmado: Juan Perón.


martes, 11 de abril de 2023

Hace 192 años Rosas le escribía esta carta a Estanislao López.

 



Carta de Rosas a Lopez (11-04-1831)

 

Areco, abril 11 de 1831

 

Señor Don Estanislao López

 

Mi querido amigo.

 

En contestación a su estimable reservada del 25 próximo pasado, debo decirle, que en cuanto llegue al Ejército de reserva veré su estado, y marchará la infantería y artillería, como usted me encarga; entretanto acabarán de llegar a dicho ejército algunos elementos de guerra que aún le faltan para estar provisto de lo necesario, pues como ha sido preciso hacerlo todo de pronto para equipar dicho ejército, pues las remesas hechas antes para Santa Fe, Ibarra, Entre Ríos, divisiones de ésta al lado de usted y equipo de la del General Quiroga, los artículos de guerra que quedaron eran muy pocos respecto de lo que necesitaba el equipo del expresado ejército de reserva. Todo se ha trabajado con el empeño y esfuerzos posibles y en pocos días más, repito que estarán en el ejército los restos de lo que aún le falta para poder marchar.

 

No me dice usted si debe moverse toda la fuerza de que se compone dicho ejército, que según he dicho a usted antes consta corno de 1.500 de caballería, otros tantos infantes, y como 150 artilleros, dos obuses de a [.. >] y 11 cañones de tren volante de igual calibre.

 

 

 

Todo está listo y creo que sin dificultad, luego que lleguen los artículos indicados, pocos que faltan, solamente la caballada, no podrá marchar a más de dos caballos, y esos en mal estado.

 

Deduzco por el espíritu de su carta citada, que pide usted esta fuerza con el objeto de dar una batalla decisiva atacando al General Paz donde se encuentre o lo estime usted conveniente. Es por esto que considero conveniente preguntarle si quiere que yo vaya a ponerme a sus órdenes con dicho ejército o si quiere que vaya el General Don Juan Ramón Balcarce. Éste es bueno. Sabrá obedecer con puntualidad las órdenes de usted, y sin duda creo que no le dará disgustos: tiene también crédito, es muy honrado y no lo considero falto de valor.

 

Sin embargo, creo que mi persona a la cabeza del indicado ejército o fuerzas de esta Provincia, sería más útil que ninguna otra. Hago falta aquí, es verdad, mas pesada una y otra, parece que mi marcha sería más conveniente. Creo que la calidad de ser Gobernador de Buenos Aires no se opone, puesto que siendo usted Gobernador de Santa Fe, y General en Jefe del Ejército auxiliar confederado, desde que yo saliese fuera de la Provincia con destino al Ejército del mando de usted, debía naturalmente estar a sus órdenes.

 

Por lo demás, creo que sabría obedecer sus órdenes sin darle motivos de disgustos a no ser que errare deseando acertar, lo que estoy seguro sería siempre efecto de ignorancia sin consentimiento de mi voluntad. Esta ocasión me ofrece la oportunidad de decir a usted que cuando usted se retiró de esta Provincia estimando conveniente dejarme a la cabeza del ejército Federal después que Lavalle mostró" su impotencia a virtud del escarmiento que sufrió en el Puente de Márquez, a veces llegara a creer que algunas faltas habría cometido, y que usted estimaría conveniente castigarme, yéndose sin despedirse personalmente. Es verdad que esta idea nunca pudo atormentarme porque recorriendo mi conciencia, y mi proceder, al fin pude yo mismo persuadirme que ese mismo proceder en usted era una de las mayores pruebas que podía darme de su aprecio, mostrándome que Don Estanislao López, que tiene valor para tanto, no lo tenía en aquellas circunstancias para un personal adiós: que además quería evitarme el dolor de una despedida triste aunque necesaria. Mas si estoy equivocado, y en algo falté al respeto, y a la más estricta subordinación, sabe el cielo que jamás fué de intención. Y si en efecto falté, usted es el culpado, porque ni me reprendió, ni menos indicó una sola falta. Ojalá que lo hubiera usted hecho siquiera una sola vez aunque hubiera sido sin razón. Me hubiera usted visto obedecerle de cualquier modo, y de la manera más conforme al deber de la subordinación. Después de lo expuesto, usted resolverá lo que considere más conforme y conveniente.

 

 

 

Salud desea a usted su compañero.

 

Juan Manuel de Rosas.


martes, 12 de octubre de 2021

Hace 48 años Perón se reencontraba con su Pueblo y les decía "pongamos desde mañana mismo toda nuestra actividad al servicio de la reconstrucción de nuestra Patria"

 



Con estas palabras, el Señor Presidente

de la Nación, Teniente General Juan D.

Perón, reinició el diálogo con su pueblo

desde los balcones de la Casa de Gobierno,

después de 18 años.

El anterior discurso del Teniente General

Perón frente a la multitud reunida en la

Plcaa de Mayo, había sido pronunciado

el 31 de agosto de 1955.


Compañeros: hay circunstancias en la vida de los hombres

en las cuales uno se siente muy vecino a la Providencia.

Para mí, esas circunstancias se presentan cuando tengo la inmensa

satisfacción de contemplar al pueblo. Y a esta inmensa

satisfacción va unida la tremenda responsabilidad que representa

el servir digna y lealmente a ese pueblo.

Por ello, para mí la presente circunstancia en que estoy

frente a ese pueblo, que siento tan profundamente en mi corazón,

es un acicate para dedicarle hasta el último. aliento para

servirle, y pedirle que me ayude; para pedirle a ese pueblo que

me ayude a defender esa responsabilidad manteniéndose en

paz, unido y solidario, cumpliendo cada argentino la misión

que recibirá para la grandeza de la Patria y la felicidad del

pueblo.

Si yo hubiera pensado solamente en mi capacidad de

realización, no habría aceptado esta responsabilidad. Pero

cuento con lo que el pueblo argentino ha de poder realizar en

esta Patria que todo lo merece, y por la cual cada uno de nosotros

está obligado ante . el destino a trabajar, precisamente,

día y noche, para resolver los problemas generales.

Es precisamente esa profunda fe que tengo en el pueblo

de la Patria la que me ha impulsado a aceptar la responsabilidad

de conducir al país. Y en ello espero que todos los argentinos,

de cualquier matiz político que sean, comprendan que

en la paz que podamos mantener y en el trabajo fecundo que

debemos realizar, está precisamente ese destino que tenemos

la obligación de defender.


Por eso a todos los argentinos, y especialmente a los pe~

ronistas, les exhorto a que pongamos desde mañana mismo toda

nuestra actividad al servicio de la reconstrucción de nuestra

Patria, para que desaparezcan las necesidades primarias que to~

davía pueden observarse a lo largo y a lo ancho de ella.

Cada uno de nosotros tendremos en el futuro un trozo

de responsabilidad si esas tareas no se realizan. Y o y el Gobier~

no hemos de poner todo nuestro empeño, pero necesitamos

que el pueblo argentino ponga el suyo, porque nadie hoy puede

gobernar el mundo sin el concurso organizado de los pueblos.

Compañeros: finalmente quiero dedicar algunas palabras

a nuestra juventud.

A esa juventud, que es nuestra esperanza, quiero que le

llegue nuestro más profundo cariño, junto con la exhortación

más sii1cera de que trabaje y se capacite. Porque los jóvenes

serán los artífices del destino con que soñamos. A ellos hemos

de entregarles nuestras banderas, convencidos de que por sus

valores morales han de llevarlas al triunfo para la grandeza de

la Patria y la felicidad de nuestro pueblo.

Finalmente, quiero decirles que durante este gobierno que

hoy se inaugura, y siguiendo la vieja costumbre peronista, los

días primero de mayo de cada año he de presentarme en este

mismo lugar para preguntarle al pueblo aquí reunido si está

conforme con el gobierno que realizamos.

Les agradezco a todos los compañeros que han venido

hasta esta plaza, histórica para nosotros, a ofrecerme la inmen~

sa satisfacción de su presencia. Pueden estar persuadidos de

que para mí no existe una satisfacción y una gloria mayor que

contemplar la cara de este pueblo que es lo único que labra

la grandeza de la Patria.

Y ahora, como ha sido siempre usual en nuestros tiempos, les pido a todos una desconcentración tranquila y en orden,

llevando el recuerdo de un primer acto en esta plaza, que será

el comienzo de muchos otros en los que tendré la mmensa

satisfacción de tomar contacto efectivo con el pueblo.

viernes, 20 de diciembre de 2019

Se cumplen 185 años de esta carta de Rosas a Quiroga






Carta de Rosas a Quiroga 

Hacienda de Figueroa en San Antonio de Acero, diciembre 20 de 1834

Mi querido compañero, Señor Don Facundo Quiroga.

Consecuente a nuestro acuerdo, doy principio por manifestarle haber llegado a creer que las disensiones de Tucumán viéndose colocados en aquella posición y sin poder hacer cosa alguna de provecho para el país, traten de sacrificarlo a beneficio suyo particular, como lo han hecho nuestros anteriores Congresos, concluyendo sus funciones con disolverse, llevando los diputados por todas partes el chisme, la mentira, la patraña, y dejando envuelto al país en un mare magnum de calamidades de que jamás pueda repararse.



Lo primero que debe tratarse en el Congreso no es, como algunos creen, de la erección del Gobierno general, ni del nombramiento del Jefe Supremo de la República. Esto es lo último de todo. Lo primero es dónde ha de continuar sus sesiones el Congreso, si allí donde está o en otra parte. Lo segundo es la Constitución General, principiando por la organización que habrá de tener el Gobierno General, que explicará de cuántas personas se ha de componer, ya en clase de Jefe Supremo, ya en clase de Ministros, y cuáles han de ser sus atribuciones, dejando salva la soberanía e independencia de cada uno de los Estados Federados. Cómo se ha de hacer la elección, y qué calidades han de concurrir en los elegibles; en dónde ha de residir este Gobierno, y qué fuerza de mar y tierra permanente en tiempo de paz es la que debe tener para el orden, seguridad y respetabilidad de la República.

El punto sobre el lugar de la residencia del Gobierno suele ser de mucha gravedad y trascendencia por los celos y emulaciones que esto excita en los demás pueblos, y la complicación de funciones que sobrevienen en la Corte o Capital de la República con las autoridades del estado particular a que ella corresponde. Son éstos inconvenientes de tanta gravedad que obligaron a los Norteamericanos a fundar la ciudad de Washington, hoy capital de aquella República que no pertenece a ninguno de los Estados Confederados.

Después de convenida la organización que ha de tener el Gobierno, sus atribuciones, residencia y modo de erigirlo, debe tratarse de crear un fondo nacional permanente que sufrague a todos los gastos generales, ordinarios y extraordinarios, y al pago de la deuda nacional, bajo del supuesto que debe pagarse tanto la exterior como la interior, sean cuales fueren las causas, justas o injustas, que la hayan causado, y sea cual fuere la administración que haya habido de la hacienda del Estado, porque el acreedor nada tiene que ver con esto, que debe ser una cuestión para después. A la formación de este fondo, lo mismo que con el contingente de tropa para la organización del ejército nacional, debe contribuir cada Estado federado, en proporción a su población, cuando ellos de común acuerdo no tomen otro arbitrio que crean más adaptable a sus circunstancias; pues en orden a esto no hay regla fija, y todo depende de los convenios que hagan cuando no creen conveniente seguir la regla general, que arranca del número proporcionado de población. Los Norteamericanos convinieron en que formasen este fondo de derechos de aduana sobre el comercio de ultramar, pero fué poique todos los Estados tenían puertos exteriores —no habría sido así en caso contrario, porque entonces unos serían los que pagasen y otros no. A que se agrega que aquel país, por su situación topográfica, es en la principal y mayor parte marítimo, como se ve a la distancia por su comercio activo, el número crecida de sus buques mercantes y de guerra construidos en la misma República, y como que esto era lo que más gastos causaba a la República en general, y lo que más llamaba su atención por todas partes, pudo creerse que debía sostenerse con los ingresos de derechos que produjesen el comercio de ultramar o con las naciones extranjeras.



Al ventilar estos puntos deben formar parte de ellos los negocios del Banco Nacional y de nuestro papel moneda, que todo él forma una parte de la deuda nacional a favor de Buenos Aires, deben entrar en cuenta nuestros fondos públicos y la deuda de Inglaterra, invertida en la guerra nacional con el Brasil, deben entrar los millones gastados en la reforma militar, los gastados en pagar la deuda reconocida que había hasta el año de ochocientos veinte y cuatro procedente de la guerra de la Independencia, y todos los demás gastos que ha hecho esta Provincia con cargo de reintegro en varias ocasiones, como ha sucedido para la reunión y conservación de varios congresos generales.]

Después de establecidos estos puntos y el modo como pueda cada Estado federado crearse sus rentas particulares sin perjudicar los intereses generales de la República, después de todo esto, es cuando recién se procederá al nombramiento del [Jefe] (Presidente) de la República, y erección del Gobierno General. ¿Y puede nadie concebir que en el estado triste y lamentable en que se halla nuestro país pueda allanarse tanta dificultad, ni llegarse al fin de una empresa tan grande, tan ardua, y que en tiempos los más tranquilos y felices, contando con los hombres de más capacidad, prudencia y patriotismo, apenas podría realizarse en dos años de asiduo trabajo? ¿Puede nadie que sepa lo que es el sistema federativo, persuadirse que la creación de un gobierno general bajo esta forma atajara las disensiones domésticas de los pueblos? Esta persuasión o triste creencia en algunos hombres de buena fe es la que da [anza] (ocasión) a los [otros pérfidos y alevosos que no la tienen o] que están alborotando los pueblos con el grito de Constitución [para que jamás haya paz, ni tranquilidad, porque en el desorden es en lo que únicamente encuentran su modo de vivir.] El gobierno general en una República federativa no une los pueblos federados, los representa, unidos: no es para unirlos, es para representarlos en unión ante las demás, naciones: [él] no se ocupa de lo que pasa interiormente en ninguno de los Estados, ni decide las contiendas que se suscitan entre sí. En el primer caso sólo entienden las autoridades particulares del Estado, y en el segundo la misma Constitución tiene previsto el modo como se ha de formar el tribunal que debe decidir. [En una palabra,] la unión y tranquilidad, pues, crea el gobierno general, la desunión lo destruye, él es la consecuencia, el efecto de la unión, no la causa, y si es sensible su falta, es mucho mayor su caída, porque nunca sucede [ésta] sino convirtiendo en escombros toda (grandes males) la República. No habiendo [pues] hasta ahora entre nosotros, como no hay, unión y tranquilidad, menos mal es que no exista (esa Constitución) que sufrir los estragos de su disolución. (¿No vemos todas las dificultades invencibles que toca cada provincia en particular para darse Constitución? (Y si no es posible vencer estas solas dificultades, será posible vencer no sólo éstas sino las que presenta la discordia de unas provincias con otras, discordia que se mantiene como acallada y dormida mientras cada una se ocupa de sí sola, pero que aparece al instante como una tormenta general que resuena por todas partes con rayos y centellas, desde que se llama a Congreso general?)



Es necesario que ciertos hombres se convenzan del error en que viven, porque si logran llevarlo a efecto, envolverán la República en la más espantosa catástrofe, y yo desde ahora pienso que si no queremos menoscabar nuestra reputación ni mancillar nuestras glorias, no debemos prestarnos por ninguna razón a tal delirio, hasta que dejando de serlo por haber llegado la verdadera oportunidad, veamos indudablemente que los resultados han de ser la felicidad de la Nación. Si no pudiésemos evitar que lo pongan en planta, dejemos que ellos lo hagan [enhorabuena,] pero procurando hacer ver [al público] que no tenemos la menor parte en tamaños (errores) disparates y que si no lo impedimos es porque no nos es posible.

La máxima de que es preciso ponerse a la cabeza de los pueblos cuando no se les pueda hacer variar de resolución es muy cierta; mas es para dirigirlos en su marcha, cuando ésta es a buen rumbo, pero con precipitación o mal dirigida, o para hacerles variar de rumbo sin violencia y por un convencimiento práctico de la imposibilidad de llegar al punto de sus deseos. En esta parte llenamos nuestro deber, pero los sucesos posteriores han mostrado [a la clara luz] que entre nosotros no hay otro arbitrio que el de dar tiempo a que se destruyan en los pueblos los elementos de discordia, promoviendo y fomentando cada gobierno por sí el espíritu de pa2 y tranquilidad. Cuando éste se haga visible por todas partes entonces los cimientos empezarán por valemos de misione? pacíficas y amistosas por medio de las cuales sin bullas, ni alboroto, se negocia amigablemente entre los gobiernos, hoy esta base, mañana la otra, hasta colocar las cosas en tal estado que cuando se forme el Congreso lo encuentre hecho casi todo y no tenga más que marchar llanamente por el camino que (la opinión pública le haya) designado. Esto es lento, a la verdad, pero es. preciso que así sea, y es lo único que creo posible entre nosotros, después de haberlo destruido todo, y tener que formarnos del seno de la nada.

Adiós compañero. El Cielo tenga piedad de nosotros, y dé a usted salud, acierto y felicidad en el desempeño de su comisión: y a los dos, y demás amigos, iguales goces, para defendernos, precavernos y salvar a nuestros compatriotas de tantos peligros como nos amenazan.



Juan M. de Rosas

jueves, 17 de octubre de 2019

Hace 67 años Perón leía el testamento de Eva Perón a su Pueblo





Texto que el General leyera el 17 de Octubre de 1952 sobre la voluntad de Eva Perón

Compañeros:

    Esta es la voluntad de Eva Perón. Yo he de ejecutarla al pie de la letra.

    Para ello ha de constituirse la "FUNDACIÓN EVITA", colateral de la "FUNDACIÓN EVA PERÓN", que se destinará a cumplir los fines señalados por la Señora de Perón.

    Esa FUNDACIÓN EVITA capitalizará la totalidad de los bienes de la testamentaria ya iniciada y que comprenden muchos millones de pesos provenientes de los beneficios obtenidos en la venta del libro LA RAZON DE MI VIDA, de lo que produzca la edición póstuma del nuevo libro MI MENSAJE y los demás bienes señalados en la correspondiente declaratoria de herederos.

    Con ese capital, convenientemente administrado, se arbitrarán beneficios para ponerlos a disposición de los humildes en la forma indicada anteriormente.

    Las numerosas alhajas que el pueblo, los amigos y algunas naciones extranjeras regalaran a Eva Perón, serán destinadas al museo que se instalará en su momento, a cuyo efecto han sido entregadas a la Comisión correspondiente. Desde allí servirán de garantía para préstamos a familias humildes que deban construir su propia vivienda.

    Nosotros los Justicialistas tenemos la obligación de entregar al pueblo todo lo nuestro porque no concebimos los bienes sino en función social. Que el ejemplo de Eva Perón nos ilumine siempre para que jamás nuestro corazón sea dominado por el egoismo o la avaricia.

    Este 17 de octubre, de recuerdo a la ilustre compañera desaparecida, es también de una lección peronista para todos los argentinos, buenos o malos, ricos o pobres, humildes o encumbrados. Que esta lección de desprendimiento inicie en la Patria una nueva tradición de grandeza que destruya para siempre lo que pueda quedar en nosotros de materialismo y sordidez.

    Eva Perón, aun muerta, nos sigue iluminando con la excelsitud de sus virtudes ciudadanas y personales. Que nosotros no la olvidemos y sepamos imitarla siempre es cuanto pido al pueblo en nombre de los valores superiores y permanentes de la Patria.

lunes, 26 de agosto de 2019

Se cumplen 188 años de esta Carta de Rosas a Estanislao Lopez








Pavón, agosto 29 de 1831.

Mi Querido Amigo y Compañero Señor Don Estanislao López.

Tengo el gusto de con traerme a la contestación de sus estimables cartas datadas en Córdoba a 28 del pasado y 16 del presente. Si antes no lo he verificado ha sido por lo trabajoso que se han puesto los caminos, a virtud de la falta de caballos, y por no haber habido asunto urgente que comunicarle.

Ya podrá usted hacerse cargo el gusto que tendría con el recibo de las comunicaciones de Mendoza y del General Quiroga. Los unitarios en Buenos Aires hacían correr mil especies que nos perjudicaban; y hasta los mismos Federales creían que podía ser cierta la División en que se nos suponía.



Toda la demás correspondencia que vi 10 acompañada de sus citadas cartas, es también interesante.

Creo que la disposición de usted ordenando el regreso del Ejército, es lo que corresponde atendiendo a la absoluta falta de víveres para mantenerlo, y de caballos p-*ra que marchase adelante alguna fuerza de éste; y atendiendo además a las razones claras que usted expone. Es verdad que su permanencia debía servir para alentar a los Federales que hoy ocupan la vanguardia por la parte de Salta, Santiago y Ca-tamarca, también a los mismos Federales que se encuentran oprimidos en los puntos que ocupan los unitarios que se hallan aún con las armas en la mano, y a desalentar a éstos. Sin embargo, considero que este vacío se suple con las acertadas disposiciones que usted ha tomado en las órdenes que ha dado a Ibarra, Latorre, etc., y al General Quiroga, para que se ponga en campaña a concluir la guerra.1

La carta de Don Miguel Díaz de la Peña datada a 28 de junio y dirigida a Oviedo manifiesta el mal que nos hicieron las comunicaciones del Gobernador Provisorio de Córdoba, Así debió suceder porque aün cuando eran animadas de la mejor intención, el espíritu verdadero de ellas no se hermanaba con nüestra marcha política, ni era conforme a lo que en las circunstancias correspondía. Hablo respecto de las comunicaciones dirigidas a los Gobiernos unitarios, pues aunque las dirigidas a los Gobiernos Federales adolecen también a mi ver de errores involuntarios, éstos pueden repararse.

Me parece que el Gobierno de Córdoba no debió haber contestado a las comunicaciones de los unitarios, sí solamente guardar silencio y dejar obrar al General del Ejército Confederado, como lo hemos hecho los Gobiernos de la liga litoral aún sin ponernos de acuerdo, porque esto era natural en un asunto que por su naturaleza no lo ha necesitado.

La marcha del señor Funes me ha hecho recordar la del señor Viamonte cuyos barros con la mejor intención fueron tantos, y de tal naturaleza, que si más dura en el mando nos hubiese causado males de difícil reparación.

He visto el oficio de usted al Gobierno de Córdoba y su contestación. Estoy contento porque me parece que llenan el objeto poniéndonos en el camino de nuestra marcha política.



La renovación total de la Junta es satisfactoria; porque des: de el día de su erección empieza la marcha del Gobierno verdaderamente legal.

La elección del señor Reinafé me parece acertada, pues aun cuando no lo conozco, considero que por la calidad de sus compromisos por la Federación sabrá conducirse con la energía necesaria, y no extraviarse del verdadero camino de nuestra marcha política, como el único que nos puede conducir, a librar la tierra de tiranos, constituirla pacíficamente, y a nuestra felicidad futura.

Pero mucho me temo, que lo que usted se separe de Córdoba lo envuelvan al señor Reinafé la porción de tinterillos rudos con presunciones de sabiduría, que me parece no faltan en Córdoba y lo hagan cometer errores de difícil reparación.

Aconséjele, compañero, la energía en sus resoluciones en todo lo relativo a los unitarios y a la salvación del país, que al tomar providencias sobre éstos no se pare para resolver; puesto que siempre ha de ser menos malo que cometa injusticias con ellosj que el que por falta de resolución y por los temores a errar se exponga el Gobierno de su administración a, perder su buena opinión con los Federales, y que esto resulten sucesos desagradables. Con los Federales debe ser pues el contrario muy mirado en sus resoluciones, principalmente con los que han quedado sin nada, o han padecido por la causa. Debe procurar hacer esfuerzos para darles hábil colocación a todos aquellos en quienes considere aspiraciones; y debe procurar mucho antes de dar una orden para corregir los delitos de un Federal empleado estar muy cierto de la justicia con que la dé y muy seguro de que se ha de cumplir; y una vez dada no debe retrogradar.

La Junta de representantes a mi ver es de absoluta necesidad que invista al Gobierno de facultades extraordinarias durante la guerra, y la Provincia necesite organizarse, declarándose ella entre tanto en receso, dejando obrar al poder ejecutivo libremente. Este paso, compañero, es enteramente reclamado por las circunstancias. Si así no se hace usted verá pronto las cuestiones que se han de suscitar: que el señor Reinafé no ha de poder marchar, y que su opinión muy pronto ha de decaer.



No extrañe usted que me ingiera a manifestar estas opiniones. Hablo con usted y sé que si yerro he de ser dispensado. Peor sería que considerando que algo puede encontrar usted en ellas útil, dejase de manifestarlas, temiendo aparecer importuno. Digo lo mismo sobre lo demás a este respecto que puede seguir en esta carta.

El oficio y carta del Comandante Blanco dirigida al General Ibarra muestran que dicho Blanco no es hombre común. En ella se encuentra, subordinación, calor, y razones fundadas.

Estas notas, la del General Ibarra, el anónimo de Tucumán y el oficio del señor Brizuela, manifiestan el acierto con que usted les ha ordenado a los señores Ibarra y Latorre que no se entretengan en conferencias y que obren tratando de llamar la atención al enemigo con operaciones activas. Esta orden sin duda producirá grandes bienes, mucho más desde que usted al mismo tiempo ha ordenado al señor General Quiroga que marche sobre el enemigo. Éste, viéndose hostilizado por todas partes, agotará sus recursos, y los Federales comprometidos de Salta adelantarán terreno, tomarán más aliento y harán comprometer a muchos que aún no estén decididos. Observo que el señor Ibarra sigue en la manía de esa decencia mal entendida y peor aplicada; y creo que sería conveniente que usted le aconsejase la necesidad de olvidar esas bondades que tanto nos perjudican. He llegado a creer que al remitirle el Comandante Blanco a los individuos enviados para asesinarlo, ha proveído de conformidad a sus instrucciones.

La experiencia debía ya haber desengañado a nuestro compañero Ibarra que ese sistema bondadoso sólo sirve para perjudicar nuestra marcha. Es muy distinta la posición de usted y la mía, para que lo que nosotros hagamos no pueda servirle de regla y de guía en esta parte.

No tenga usted cuidado por la demora de Manuel. Es verdad que me hace mucha falta, porque estoy solo, pero yo debo hacerme cargo de que cuando usted lo demora es porque lo considera importante y necesario.



to las cuestiones que se han de suscitar: que el señor Reinafé no ha de poder marchar, y que su opinión muy pronto ha de decaer.

No extrañe usted que me ingiera a manifestar estas opiniones. Hablo con usted y sé que si yerro he de ser dispensado. Peor sería que considerando que algo puede encontrar usted en ellas útil, dejase de manifestarlas, temiendo aparecer importuno. Digo lo mismo sobre lo demás a este respecto que puede seguir en esta carta.

El oficio y carta del Comandante Blanco dirigida al General Ibarra muestran que dicho Blanco no es hombre común. En ella se encuentra, subordinación, calor, y razones fundadas.

Estas notas, la del General Ibarra, el anónimo de Tucumán y el oficio del señor Brizuela, manifiestan el acierto con que usted les ha ordenado a los señores Ibarra y Latorre que no se entretengan en conferencias y que obren tratando de llamar la atención al enemigo con operaciones activas. Esta orden sin duda producirá grandes bienes, mucho más desde que usted al mismo tiempo ha ordenado al señor General Quiroga que marche sobre el enemigo. Éste, viéndose hostilizado por todas partes, agotará sus recursos, y los Federales comprometidos de Salta adelantarán terreno, tomarán más aliento y harán comprometer a muchos que aún no estén decididos. Observo que el señor Ibarra sigue en la manía de esa decencia mal entendida y peor aplicada; y creo que sería conveniente que usted le aconsejase la necesidad de olvidar esas bondades que tanto nos perjudican. He llegado a creer que al remitirle el Comandante Blanco a los individuos enviados para asesinarlo, ha proveído de conformidad a sus instrucciones.

La experiencia debía ya haber desengañado a nuestro compañero Ibarra que ese sistema bondadoso sólo sirve para perjudicar nuestra marcha. Es muy distinta la posición de usted y la mía, para que lo que nosotros hagamos no pueda servirle de regla y de guía en esta parte.

No tenga usted cuidado por la demora de Manuel. Es verdad que me hace mucha falta, porque estoy solo, pero yo debo hacerme cargo de que cuando usted lo demora es porque lo considera importante y necesario.



El ejecutado contestó últimamente en su mensaje que no había llenado esta orden, por falta de fondos y que llamaba la atención de los señores Representantes de la Provincia sobre la necesidad de crearlos para llenar el cumplimiento de esta ley. En esto han corrido dos años y yo he conseguido el objeto. Los créditos no se han cubierto, es verdad; pero todos están contentos porque están reconocidos como deuda del tesoro público, y pbrque a virtud de la habilidad con que me he conducido y debo menejarme en adelante en este importante asunto, todos esperan confiados la religiosidad del pago cuando pueda ser.

Se dirá que este crédito no podrá conservarse así más tiempo sin que al fin se pierda la confianza y perjudique la opinión del Gobierno. Esta es una equivocación que yo le explicaré cuando nos veamos.

Esta disposición produce además en otro sentido otro bien, aunque de subalterna atención. Consiste en que todos esos acreedores saben que ningún Gobierno unitario les ha de abonar esos créditos, y que nadie ha de ser más interesado en cubrirlos que el mismo autor de su reconocimiento.

Así como creo que esta obra puesta en ejecución y llevada adelante de una manera hábil y reservada debe producir un bien en favor de la opinión y marcha del Gobierno, debo decir que si no se maneja de ese modo y con el tino necesario, es expuesta y en tal caso puede ser perjudicial]).

Convendría promover que en Córdoba y en todas las provincias ya libres, se hiciesen funerales al finado Dorrego. Medite usted y verá lo que esto nos conviene, tanto adentro como fuera de fct República.

Entiendo que muchos de los unitarios clásicos de Córdoba que están presos tratan de pasar a Buenos Aires y me parece que no debe permitírselos sino tan solamente de tránsito, por pocos días, para pasar inmediatamente a puntos de ultramar, porque la podre en todas partes inficiona el aire y produce enfermedades. •

Los unitarios en Montevideo andan muy cabizbajos. Aquel Estado se halla muy agitado, y el cometa está lleno de temores porque teme mucho su caída. Trata de establecer su Gobierno en el Durazno, llevándose allí sus ministros, y creo que lo hará; pero esto acelerará su caída. Por supuesto que ya han desistido él y sus fautores de proyectos de invasión sobre el Entre Ríos, y por esta razón he hecho retirar la Escuadrilla.



En el día sus planos son dirigidos a jugar la intriga de manera que puedan conseguir dividirnos, asesinarnos e introducir la contusión. No dude usted que en esto están trabajando con habilidad entre las tinieblas de la logia y que les favorece las bondades de los Federales. El Proyecto grande del día en aquel Estado es el que usted verá por la adjunta copia de cartas muy reservada fecha 26 del pasado, sobre los campos de Misiones, y de que voy a dar conocimiento al señor Ferré.

Ya verá usted impresos en el Lucero unos oficios viejos del Gobierno de Corrientes al de Entre Ríos que he mandado publicar.

Estoy seguro que usted no los ha de haber visto y que por esta razón no han visto la luz pública. Creo que el Gobierno Entrerriano se tragó esas comunicaciones creyendo que su publicación sería un motivo para que Santa Fe y Buenos Aires no le mandasen auxilio de tropas. Si así ha sido, en esto se hizo y nos hizo un mal. Primero, porque es necesario que para marchar siempre en consonancia de nuestros principios y arribar al fin de la obra grande, nuestra pacífica consolidación, la buena fe presida a todas nuestras deliberaciones. Segundo, porque el Gobierno de Corrientes debe haber mirado con prevención la falta de esta publicación, culpando no al Gobierno entrerriano, sí precisamente al de Santa Fe y Buenos Aires. Tercero, porque estos oficios publicados en otra época en que son datados nos hubiéramos producido un bien positivo.

Le confieso a usted, compañero, que desde que he notado esta falta, y desde que me he convencido de los manejos y conducta impura de cierto individuo a quien creo que debemos ya considerar como órgano secreto y espía de los unitarios, disculpo en algo y hasta cierto punto esa conducta mezquina e impropia con que se ha conducido con nosotros el Gobernador Ferré. El sujeto de quien le hablo hace poco que regresó de lás provincias de Cuyo. Temo que algo le haya escrito a usted desde su tránsito con la habilidad que sabe manejarse para perjudicar nuestra causa de que a mi ver es un enemigo encubierto: tanto más temible, cuanto que está vestido con el ropaje de la honradez que no le corresponde. Si así ha sido, debo tranquilizarme con la consoladora idea de que usted, como yo, ya debe estar convencido de que a este hombre debemos considerarlo como a uno de nuestros peores enemigos. Cuando nos veamos hablaré a usted con la extensión que jio corresponde a esta carta.



Se me había olvidado decirle en mis anteriores, cuando le hablé sobre la necesidad de que las Provincias ratificasen la autorización que tenían hecha al Gobierno de Buenos Aires para sostener y cultivar las relaciones exteriores, que al ratificar la expresada autorización convendría lo hicieran, anulando o declarando nula toda alteración que se hubiere hecho a este respecto después del motín del de diciembre.

Es adjunta esa carta en copia, de nuestro comisionado en Montevideo, Don Ju^an Correa Morales. Mi opinión es que nosotros no debemos prestarnos a dar la garantía de que habla, porque jamás debemos aprobar que Corrientes, ni ninguna otra provincia de la República celebre por sí semejantes tratados con un Gobierno extranjero; pues esto sería un principio de disolución, o mejor, diré un efecto de ella; cuya aprobación sería la de la misma disolución.

Es verdad que hoy día está de hecho cada provincia independiente de las demás, pero están solamente en lo que concierne a su régimen interior; pero no en lo que interesa a toda la República.2 A esto se agrega que aun cuando Corrientes pudiese entrar en tales tratados, a nosotros no nos conviene contraer por ellos un compromiso que pueda más tarde o más temprano obligarnos a empeñar una contienda, o contra el Estado Oriental, o contra Corrientes, en que al fin saldríamos mal con los dos, o bien porque no prestábamos toda la cooperación que el otro de ellos creería que debíamos prestarle. Tanto más me afianzo en esta reflexión cuanto que estoy cierto de la mala fe del Gobierno Oriental, y que todo su empeño está reducido a ver cómo puede ingerirse en los negocios de esta República e introducir la discordia entre nosotros, etc.



El Don Santiago Vázquez de que habla la carta en copia, es uno de los famosos unitarios enemigos encubiertos que tenemos,

Ya se concluyó el asunto ruidoso del señor Obispo: su recibimiento solemne tuvo lugar el 12 del corriente. Hubo en él un concurso tan extraordinario de gentes y de personas de viso, que no se ha visto jamás otro igual. Los canónigos se han manifestado muy resignados con lo resuelto por el Gobierno, y se han conducido con toda atención hacia su Ilustrísima.

En una carta que va para el señor Lescano, se advierte una nota en el sobre de letra de mi esposa, que dice estar ya nombrado obispo de Córdoba este señor y las bulas en Buenos Aires.

Me parece que el señor Reinafé debía limpiar a los unitarios de Córdoba, sin reparar en los temores de errar, porque menos malo es exponerse a esto que aventurar la quietud pública. Digo esto, porque temo que los unitarios, como nuevo el señor Reinafé en los secretos de la Revolución y en los manejos de estos, le hagan mucho mal, fomentando entre tinieblas con habilidad, las diferencias de los federales y la oposición que se forma al Gobierno.



Me ha complacido mucho saber que la Junta se ocupaba de declarar nulos todos los actos o providencias del Gobierno intruso de Paz que estén en oposición con la nueva marcha, y reponiendo las cosas a su antiguo estado.

Es igualmente de alta importancia que se ocupase de los tratados de alianza bajo el sistema federativo para que autorizado el Gobierno, recabe de los tres litorales adherirse a la liga y entrar en ella.

Un amigo respetable —se refiere a Tomás Anchorena— en carta de 21 de agosto próximo pasado, me dice lo siguiente: ''Un Don Bailón Galán, que en clase He tinterillo o secretario estuvo al servicio, según él dice, del señor General Quiroga cuando vino contra Paz en 1830 o antes, solicitó que este Gobierno le prestase una cantidad para regresar a Córdoba, y mientras se substanciaba esta gestión en el Gobierno, logró que Don Mariano Lozano le prestase 500 5 con qué habilitarse para dicho regreso. Con ellos lo ha verificado ahora quince días, más o menos, y por el canónigo Vidal he sabido que ha dicho lleva la intención de evitar prevenciones y disgustos entre el señor Quiroga y el señor López, Gobernador de Santa Fe, valiéndose al efecto He las relaciones que tiene con el primero y otras personas de importancia en Córdoba y demás provincias interiores. Bueno será que usted haga las prevenciones convenientes para que se pongan en guardia por si es cierto este proyecto". Salud le desea su afectísimo amigo y compañero.

Juan Manuel de Rosas

[Lo que está entre ([ ]) testado en el original].